¿Cuáles son
mis virtudes? ¿Y mis puntos débiles? ¿Cuáles son mis aspiraciones en la vida?
¿Cuáles son mis miedos, mis creencias, mis actitudes y mis hábitos? ¿Cómo me
siento hacia mi propia persona? Y, en definitiva, ¿Quién soy?
Todos hemos
contestado a estas preguntas consciente o inconscientemente. Si te has parado a
pensar sobre ti mismo haciéndote esta serie de cuestiones habrás estado
explorando tu autoconcepto. En caso de que jamás te hayas hecho estas
preguntas, da lo mismo, de un modo u otro las estarás respondiendo en tu día a
día.
Dicho esto,
señalaremos que el autoconcepto tiene dos dimensiones: una cognitiva y otra
afectiva. La autoimagen constituye la parcela más cognitiva del autoconcepto y
se nutre de nuestro pasado y del presente. La dimensión afectiva hace
referencia al autoestima, entendiendo éste como el conjunto de sentimientos que
poseemos con respecto a nuestra autoimagen y, por tanto, hacia nuestra persona.
AUTOCONCEPTO: >>>>>>>>
*Autoestima
Tenemos que
entender el autoconcepto como una herramienta a nuestra disposición que nos
informa de nuestras características y nos ayuda a elegir como encarar la
realidad en pos de obtener el mejor de los resultados en cada situación. Pero
hay una contradicción en esta concepción del autoconcepto: muchas veces esta
herramienta nos disuade de enfrentarnos a ciertos retos para los que en
realidad sí estamos capacitados, pero que no nos atrevemos a encarar por una
creencia que insiste en que carecemos de recursos para hacerlo.
Podemos ver
que el autoconcepto es, por tanto, un arma de doble filo. Por un lado, un
elevado autoconcepto en un área concreta puede hacer que nos sintamos lo
suficientemente competentes como para enfrentarnos a cualquier reto que esta
nos pueda ofrecer. Por el otro, un reducido autoconcepto podría traer unos
resultados inversos, e incapacitarnos para resolver la más fácil de las tareas.
Una pregunta surge ante esta contradicción, ¿es el autoconcepto nuestro aliado o
nuestro enemigo?
Hemos
hablado de que el autoconcepto solo actúa en nuestra contra en los casos en que
es negativo. Por lo tanto, es sobre el autoconcepto negativo sobre el que vamos
a trabajar. En esta entrada del Blog solo se darán unos esbozos del asunto,
pero iremos añadiendo entradas con técnicas que nos permitirán llevar a cabo
estos cambios.
Para
entenderlo hagamos una reflexión. Piensa en algo que se te dé realmente bien.
Ahora quiero que examines el nivel de dominio que has adquirido gracias al
entrenamiento que has dedicado a esta práctica. Remóntate a tus inicios.
Recuerda cuándo comenzaste a practicar la actividad en cuestión. Podrás
apreciar la diferencia cualitativa entre tu manera de ejecutarla hoy día y la
manera en que la llevabas a cabo en el pasado. Sin embargo, como ocurre en la
mayoría de los casos, lo más probable es que nunca hayas tenido un autoconcepto
negativo en esta área. Por mucho que en tus inicios fueras mucho más inexperto
que ahora y a pesar de que casi con toda seguridad exista gente que ha
alcanzado un nivel muy superior al tuyo hoy día, tu percepción de competencia
en referencia a la actividad seguramente haya sido siempre positiva o neutra.
La función
de este ejemplo es que comprendas lo siguiente:
- La mayoría, sino todas, las actividades que realizas hoy en día que tienen como motor una motivación intrínseca (te reporta placer el mero hecho de practicarla), son actividades en las que nunca has sentido una escasa competencia. A pesar de que tu actuación al comenzar a practicarla te parezca lamentable actualmente, en su día sentías que lo hacías bien.
- Es el autconcepto positivo el que nos impulsa a seguir practicando una actividad y es la práctica la que nos reporta mayor competencia en la misma. De modo que se trata de un círculo vicioso.
- Cuando percibimos que somos malos practicando una actividad, evitamos enfrentarnos a ella para no herir nuestra autoimagen y no reducir nuestra autoestima.
- Cuando empezamos a practicar cualquier actividad, siempre empezaremos siendo unos incompetentes. Sin embargo, no siempre seremos conscientes de nuestra incompetencia (por ejemplo si lo practicamos junto con otros inexpertos), evitando así que este hecho hiera nuestro autoconcepto y, por ende, sigamos disfrutando al practicar dicha actividad.
En resumen, debes ser consciente de que es la práctica la que
hace al maestro y que no estamos innatamente
predestinados a sobresalir en unas áreas y a fracasar en otras. Lo que se
infiere de este principio es que siempre que tengamos sensación de
incompetencia en un área debemos justificarlo con nuestra inexperiencia y no
con nuestra ineptitud. Debes tener en mente que si otro ser humano ha podido, tú
también puedes, solo necesitas invertir tiempo.
Recuerda: Nada puede detenerte a la hora de alcanzar tus
metas, salvo tú mismo.