lunes, 8 de abril de 2013

El Autoconcepto




¿Cuáles son mis virtudes? ¿Y mis puntos débiles? ¿Cuáles son mis aspiraciones en la vida? ¿Cuáles son mis miedos, mis creencias, mis actitudes y mis hábitos? ¿Cómo me siento hacia mi propia persona? Y, en definitiva, ¿Quién soy?

Todos hemos contestado a estas preguntas consciente o inconscientemente. Si te has parado a pensar sobre ti mismo haciéndote esta serie de cuestiones habrás estado explorando tu autoconcepto. En caso de que jamás te hayas hecho estas preguntas, da lo mismo, de un modo u otro las estarás respondiendo en tu día a día.

Dicho esto, señalaremos que el autoconcepto tiene dos dimensiones: una cognitiva y otra afectiva. La autoimagen constituye la parcela más cognitiva del autoconcepto y se nutre de nuestro pasado y del presente. La dimensión afectiva hace referencia al autoestima, entendiendo éste como el conjunto de sentimientos que poseemos con respecto a nuestra autoimagen y, por tanto, hacia nuestra persona.
                                                                                *Autoimagen                                                 


AUTOCONCEPTO: >>>>>>>>                    
                                                                  *Autoestima         
                                         

Tenemos que entender el autoconcepto como una herramienta a nuestra disposición que nos informa de nuestras características y nos ayuda a elegir como encarar la realidad en pos de obtener el mejor de los resultados en cada situación. Pero hay una contradicción en esta concepción del autoconcepto: muchas veces esta herramienta nos disuade de enfrentarnos a ciertos retos para los que en realidad sí estamos capacitados, pero que no nos atrevemos a encarar por una creencia que insiste en que carecemos de recursos para hacerlo.

Podemos ver que el autoconcepto es, por tanto, un arma de doble filo. Por un lado, un elevado autoconcepto en un área concreta puede hacer que nos sintamos lo suficientemente competentes como para enfrentarnos a cualquier reto que esta nos pueda ofrecer. Por el otro, un reducido autoconcepto podría traer unos resultados inversos, e incapacitarnos para resolver la más fácil de las tareas. Una pregunta surge ante esta contradicción, ¿es el autoconcepto nuestro aliado o nuestro enemigo?  

Hemos hablado de que el autoconcepto solo actúa en nuestra contra en los casos en que es negativo. Por lo tanto, es sobre el autoconcepto negativo sobre el que vamos a trabajar. En esta entrada del Blog solo se darán unos esbozos del asunto, pero iremos añadiendo entradas con técnicas que nos permitirán llevar a cabo estos cambios.

Para entenderlo hagamos una reflexión. Piensa en algo que se te dé realmente bien. Ahora quiero que examines el nivel de dominio que has adquirido gracias al entrenamiento que has dedicado a esta práctica. Remóntate a tus inicios. Recuerda cuándo comenzaste a practicar la actividad en cuestión. Podrás apreciar la diferencia cualitativa entre tu manera de ejecutarla hoy día y la manera en que la llevabas a cabo en el pasado. Sin embargo, como ocurre en la mayoría de los casos, lo más probable es que nunca hayas tenido un autoconcepto negativo en esta área. Por mucho que en tus inicios fueras mucho más inexperto que ahora y a pesar de que casi con toda seguridad exista gente que ha alcanzado un nivel muy superior al tuyo hoy día, tu percepción de competencia en referencia a la actividad seguramente haya sido siempre positiva o neutra.

La función de este ejemplo es que comprendas lo siguiente:
  •       La mayoría, sino todas, las actividades que realizas hoy en día que tienen como motor una motivación intrínseca (te reporta placer el mero hecho de practicarla), son actividades en las que nunca has sentido una escasa competencia. A pesar de que tu actuación al comenzar a practicarla te parezca lamentable actualmente, en su día sentías que lo hacías bien.
  •        Es el autconcepto positivo el que nos impulsa a seguir practicando una actividad y es la práctica la que nos reporta mayor competencia en la misma. De modo que se trata de un círculo vicioso.
  •       Cuando percibimos que somos malos practicando una actividad, evitamos enfrentarnos a ella para no herir nuestra autoimagen y no reducir nuestra autoestima.
  •       Cuando empezamos a practicar cualquier actividad, siempre empezaremos siendo unos incompetentes. Sin embargo, no siempre seremos conscientes de nuestra incompetencia (por ejemplo si lo practicamos junto con otros inexpertos), evitando así que este hecho hiera nuestro autoconcepto y, por ende, sigamos disfrutando al practicar dicha actividad.


En resumen, debes ser consciente de que es la práctica la que hace al maestro y que  no estamos innatamente predestinados a sobresalir en unas áreas y a fracasar en otras. Lo que se infiere de este principio es que siempre que tengamos sensación de incompetencia en un área debemos justificarlo con nuestra inexperiencia y no con nuestra ineptitud. Debes tener en mente que si otro ser humano ha podido, tú también puedes, solo necesitas invertir tiempo.

Recuerda: Nada puede detenerte a la hora de alcanzar tus metas, salvo tú mismo.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario