miércoles, 3 de abril de 2013

Hábitos: ¿Qué camino eliges?


                                                    


Recordemos a Darwin. Sí, ese hombre que nos demostró a todos que el Ser Humano, lejos de ser una raza superior con un Dios que vela por su bienestar, no es más que el producto de un proceso evolutivo repleto de mutaciones aleatorias y de guerras entre genes. Una vez hayamos admitido nuestra condición animal podremos empezar a entender como funcionamos en nuestro día a día.

Lo primero que debemos saber es que una de las principales diferencias entre nosotros y el resto de animales es el neocórtex. Esta estructura cerebral controla las funciones superiores. Sin embargo, para tratar el tema de los hábitos es suficiente con entender que nuestra cognición está mucho más desarrollada que la del resto de animales.

De este modo, ante un estimulo X, los animales tendrán un conjunto limitado de respuestas. El clásico ejemplo es aquel del animal que ve su territorio amenazado por otro animal de su misma raza y sexo. El estímulo en este caso sería la amenaza que supone el otro animal y las posibles respuestas serían ataque o huida. El animal hará un rápido e instintivo examen de las características de su oponente y optará por la respuesta con menos costes para él.  Como podemos observar, el registro de respuestas es bastante limitado. Por suerte, el ser humano va un paso más allá.




Animales


Humanos

Parafraseando a Werner , “ los seres humanos no son simplemente  organismos que responden al medio”. Y es que nosotros tenemos la capacidad de decidir entre una infinita gama de respuestas solo limitada por nuestra imaginación. Nosotros podemos procesar el estímulo X y crear una serie interminable de posibles respuestas cuyas consecuencias podemos evaluar antes incluso de ejecutar la acción. Esta es la principal diferencia que nos interesa resaltar entre el ser humano y el resto de animales para empezar a comprender el funcionamiento de los hábitos.

De esta manera, vemos que los animales funcionan con una especie de piloto automático que busca rápidamente la respuesta más viable dentro de un número de respuestas muy reducido. ¿Es acaso el humano el único animal que carece éste recurso? Definitivamente, no. Nosotros contamos tanto con el piloto automático que hemos heredado como con el sistema analítico que nos diferencia del resto de animales.

 Es fácil de entender con una actividad tan cotidiana como la escritura. En muchas ocasiones redactamos escritos o notas preocupándonos tan solo por plasmar una serie de ideas en un papel, sin percatarnos de la calidad de nuestra grafía, de los errores ortográficos o de los fallos en la puntuación. Al fin y al cabo, ¿para qué voy a poner tildes en la lista de la compra? Sin embargo, cuando somos conscientes de la importancia de cuidar estos aspectos, somos capaces de realizar la misma conducta teniendo en cuenta el conjunto de reglas que se derivan de una correcta escritura. En el primer caso habríamos activado completamente nuestro piloto automático mientras que, en el segundo, estaríamos analizando conscientemente multitud de variables.
 Otro ejemplo que a muchos les será familiar es el de la conducción. La primera vez que cogemos un coche nuestra mente se colapsa ante la multitud de variables que hay que tener en cuenta a la hora de conducir. A base de práctica, vamos automatizando cada una de las maniobras que debemos ejecutar dentro de un coche para aparcar, acelerar, frenar…  Hasta que llega un punto en que ni siquiera necesitamos pensar en lo que hacemos, cada movimiento surge de manera espontánea.

Los hábitos son parte de nuestro piloto automático. Cuando nos vemos ante una situación concreta (una hora del día, una actividad cotidiana, una emoción que nos sobreviene…) solemos tener una respuesta concreta para la misma. Por ejemplo, antes de acostarnos, sin casi procesarlo, nos dirigimos al cuarto de baño a lavarnos los dientes. Es algo que hacemos todos los días de manera automática, sin planteárnoslo, y por ello podemos decir que es un hábito.

 Lo que nos diferencia de los animales, sin embargo, es la capacidad que posee el ser humano para replantearse su piloto automático y cambiarlo en función de sus intereses. Ésta no es tarea fácil. Normalmente este proceso implica romper con un hábito muy instaurado en nuestra rutina para después sustituirlo por otro que nos interese.  Nuestro deber, pues, es salir del piloto automático y hacernos las siguientes preguntas: ¿He elegido yo el conjunto de hábitos que componen mi día a día? ¿Considero que mis hábitos están en consonancia con lo qué soy y lo qué quiero ser? ¿Qué hábitos quiero cambiar para sentirme a gusto con mi rutina?

De nuevo, este blog te proporcionará las herramientas para hacer frente a este proceso. 

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