“La manera en que nos sentimos depende en gran medida de cómo anticipamos que nos sentiremos" Irving Kirsch
Imagina lo siguiente. Imagina que estás en una playa paradisiaca con palmeras; la brisa acaricia tu rostro mientras las olas rompen contra la orilla. Deberías estar sumido en un estado de relax profundo, pero no lo estás. No lo estás porque sabes que dentro de unas horas estarás cogiendo un vuelo de vuelta a la rutina.
Sin embargo, imagínate a ti mismo en una oficina rellenando tediosos formularios mientras lo único que se oye es el resonar de los teclados de las oficinas contiguas. Pero, en vez de estar aburrido, triste o cabreado, estás contento. Sabes que dentro de un par de horas vas a salir por la puerta de la oficina para no volver en un mes y eso te hace feliz.
La verdad es que nuestra felicidad depende en gran medida de las expectativas que tenemos. Si creemos que algo es cierto llevaremos a cabo cantidad de acciones inconscientes que corroboren nuestra hipótesis (efecto pigmalion). De hecho, el súmmum de este principio lo personifica el efecto placebo.
Un placebo es un remedio ficticio para una enfermedad o dolencia real que tiene efectos terapéuticos a pesar de su inocuidad a la hora de curarla. Es decir, se trata de un remedio que el individuo anticipa como eficaz y que, por tanto, acaba siéndolo. Sin embargo, los estudios en este campo indican que las modificaciones que los placebos ejercen sobre los individuos no se limitan al terreno de la percepción. Es decir, un placebo no solo es capaz de conseguir que percibamos una mejoría en, por ejemplo, un cuadro de nauseas, sino que además es capaz de reducir los espasmos estomacales que las generan.
Pero, ¿Dónde empieza el efecto placebo?
Pues, evidentemente, en el cerebro. Si nos administran un medicamento sin que seamos conscientes de ello éste tendrá un efecto mucho menor en nuestro organismo. Por ejemplo, en el caso de la morfina, su efecto se ve reducido en un 50%, lo que demuestra que el efecto placebo se encarga de la otra mitad.
Las responsables del inicio del efecto placebo son las endorfinas, neurotransmisores opioides que son liberados cada vez que elaboramos una expectativa positiva realista. De este modo, cada vez que consumamos un medicamento y damos por hecho que este aliviará nuestro malestar, las endorfinas empezarán a hacer su trabajo: producir un efecto analgésico y de bienestar. Queda por descubrir el mecanismo de actuación del efecto en el área problemática específica ya que, como hemos dicho antes, los efectos del placebo no se reducen a cambios perceptuales.
Por último, enlazando este texto con la entrada sobre el optimismo, es importante recalcar que no solo generamos expectativas cuando tomamos un medicamento. Estamos generando expectativas sobre nuestro entorno y nuestras acciones constantemente y, en la medida en que hemos descubierto el papel de las expectativas positivas a la hora de liberar endorfinas, es vital que nos concienciemos de la importancia de ser optimista a la hora de encarar tanto retos como enfermedades.
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