Se considera droga a cualquier sustancia que ejerce efectos sobre el sistema nervioso central, siendo ésta utilizada para cambiar el estado de ánimo o generar placer y que tiene potencial de abuso.
A lo largo de la historia vemos que la utilización de las drogas ha sido constante: como remedio medicinal, como manera de evadirse, como suplemento energético, como vía de conexión espiritual…
Sin embargo, el texto que lees presta atención a las drogas en el presente, concretamente, en el contexto capitalista. Como bien sabemos, hay cuatro maneras en que una droga puede expresarse en función de su legalidad. Tenemos drogas ilegales, medicamentos (legales solo con prescripción médica), drogas legales (café, tabaco, alcohol…) y aquellas utilizadas en la fabricación industrial (pegamentos y solventes).
Pero lo más importante para determinar el potencial destructivo de una droga no es su legalidad, sino el modo en que ésta se utiliza en una sociedad y sus efectos sobre el organismo. Nuestro entorno nos está educando constantemente desde que somos niños sobre cómo se deben consumir este tipo de sustancias. Cuando vemos a un famoso en una película fumar mientras charla, cuando vemos a nuestros padres tomarse ese café de después de la siesta, cuando vemos que los “mayores” de la escuela empiezan a beber para salir de fiesta, cuando vemos utilizar el pegamento para encolar y no para inhalar… toda esta serie de conductas que cualquiera puede observar por doquier en nuestro entorno, constituyen la fuente de información más sólida a la hora de descubrirle a un niño cómo utilizar una sustancia psicoactiva.
El gran fallo de la sociedad actual a la hora de enfrentarse a las drogas es que no nos educan para poder hacer un consumo responsable de aquellas que son ilegales, sino que simplemente se omite cualquier información sobre la droga más allá de sus efectos nocivos. Es decir, no se plantea una manera responsable de utilizarlas para esquivar el peligro de desarrollar una adicción. De este modo, nuestra primera fuente de información sobre las drogas ilegales suele ir desde la propia experiencia (gran método de aprendizaje pero un tanto peligroso cuando hablamos de drogas altamente adictivas) hasta las ideas que nuestros desinformados amigos comparten con nosotros.
Aun que el mal uso de las drogas no se limita al terreno de las drogas ilegales. El alcohol, el tabaco e incluso otras drogas más suaves como la cafeína pueden acabar resultando letales en dosis excesivamente altas. Como siempre, la clave está en la moderación. Hay 3 maneras de relacionarse con una droga. La primera es evitarla toda costa huyendo de ella, la segunda es ser su presa y la tercera es controlar el consumo, orientándolo hacia nuestros propósitos y limitándolo para que no sea perjudicial ni incapacitante. Sobra decir cuál de las tres representa el ideal de relación humano-sustancia.
¿A caso resulta perjudicial empezar el día con una "relaxing cup of café con leche" la noche que hemos dormido mal? ¿Fumarse un canuto cuando se va a ver un concierto en directo? ¿Tomarse unas copas en un evento especial? ¿Probar las setas en la boda de tu mejor amigo? Sinceramente, no creo que haya una manera más inteligente de utilizar las sustancias psicoactivas.
Pero para alcanzar este control sobre las drogas tenemos que informarnos
ampliamente sobre sus efectos, sus peligros, su potencial adictivo y otra serie
de características que nos ayudarán a conocer la droga más a fondo y a
consumirla reduciendo al mínimo sus efectos secundarios o indeseados.
En resumen, podríamos decir que ha sido una pésima idea dejar de ver las drogas como suplementos medicinales que pueden mejorar una situación puntual, bien a través de la eliminación de estímulos aversivos o mediante la intensificación de estímulos placenteros. En nuestra sociedad es bastante poco habitual el abuso de fármacos y esto es porqué la población aprende a consumirlos a través de sus médicos. Si el resto de drogas estuvieran provistas de una explicación por parte de un profesional de la salud sobre sus efectos y sobre su uso responsable, las drogas legales e ilegales empezarían a utilizarse a modo de medicamento, reportando siempre más beneficios que perjuicios.
En resumen, podríamos decir que ha sido una pésima idea dejar de ver las drogas como suplementos medicinales que pueden mejorar una situación puntual, bien a través de la eliminación de estímulos aversivos o mediante la intensificación de estímulos placenteros. En nuestra sociedad es bastante poco habitual el abuso de fármacos y esto es porqué la población aprende a consumirlos a través de sus médicos. Si el resto de drogas estuvieran provistas de una explicación por parte de un profesional de la salud sobre sus efectos y sobre su uso responsable, las drogas legales e ilegales empezarían a utilizarse a modo de medicamento, reportando siempre más beneficios que perjuicios.
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